En los últimos meses, quizá año, he leído varios artículos ensalzando la trayectoria de Martes y Trece, el dúo humorístico que acampó en la tele y los escenarios de España durante la década de los ochenta y parte de los noventa del pasado siglo. Como prueba podéis encontrar infinidad de vídeos en Youtube para disfrutar algunos de sus más populares sketches. Indudable vis cómica y aciertos por doquier.

Sin embargo, yo tengo un recuerdo agridulce sobre ellos. A pesar de haberme retorcido de risa con la empanadilla de Móstoles también recuerdo los últimos momentos de su carrera. Desde mi punto de vista ensombreciendo el resto de su trayectoria.

Los gags de sus últimos tiempos consistían en un breve intercambio de frases para lanzarse a tumba abierta a varios minutos de risas, gallos, guiños, tartamudeos y coletillas en repetición hasta la extenuación. Un recurso tan legítimo como cualquiera, pero del que abusaron tanto que cada vez que salían en pantalla era momento de hacer cualquier otra cosa.

No recuerdo actuaciones de memoria. Recuerdo el sketch de la empanadilla de Móstoles, la palabra Encanna, que ya es parte del acerbo español, y mi sensación de risa desatada. Luego pienso en un risa aborricada repetida durante cinco minutos y me exaspero. Y me pregunto si fui yo el que cambió o si fueron ellos.

Tengo por amigos a gente que tienen sobre Martes y Trece una percepción similar a la mía, pero también aquellos que les parece maravilloso y siguen partiéndose de risa cada vez que ven uno de sus sketches. Yo no puedo. Llegaron a cansarme tanto que no me hacen gracia hoy en día.

Bien es cierto que mis gustos fueron variando hacia un humor más basado en el contenido verbal que en el slapstick descontrolado que Martes y Trece proponían al final de su vida artística. Muchas veces lamento no poder seguir disfrutando de aquella risa sin límites que algunos de sus shows desencadenaban. Pero, honestamente, no creo que sea sólo una cuestión unilateral.

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Cosas de Viejo
De vocación sus labores, este viejo podría haber hecho algo de provecho si no hubiera sido él mismo. Podría haber sido el peor de los periodistas si no se lo hubiera propuesto. Podría haber sido un gran hombre de ciencia si la inteligencia, el talento, la tenacidad y una mente despierta le hubieran acompañado. Podría haber sido un artista si hubiera gozado de la impostura. Es por eso que es arduo poner notas biográficas de quien apenas ha vivido.

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