El caso Vinicius parece tener las hechuras necesarias para ajustarse al dedillo a esta nuestra sección Cantes y Plumeros. Pampezar porque toda la catarsis identitaria sobre el racismo que vivió España hace algo más de un mes, ahora mitigada con la llegada del verano y el correspondiente dejemos que se enfríe de las competentes, parte de un Cantazo de un académico de grada y lengua esputa y continúa con una triste panoplia de opiniones que abarcan desde las más comedidas llamadas al sentido común hasta las más radicales opiniones de tronos y troníos nacionales e internacionales.

Resumiendo, por si ya no lo recuerda. Vinicius es un jugador buenísimo de fútbol, de momento del Real Madrid, negro y millonario. Vinicius ha estado sufriendo insultos racistas y de otras guisas durante toda la temporada en función del señorío de la afición rival ante la que jugara.

Por su parte, el propio Vinicius es dado a marcarse bailecitos celebratorios tras marcar tantos, lo cual inflama a las aficiones rivales de nervio profuso. No tienen bastante con que les hayan cascado un chicharro como para tener que soportar el choteo rítmico del enemigo. Vinicius no lo ve como una humillación sino como una celebración de la diversidad cultural del mundo.

Del mismo modo, muchos aficionados no ven como especialmente racistas los insultos a Vinicius, sino como una manera más de sacarlo de quicio. Una manera asimilada con abucheos, vuvuzelas y otras distracciones sonoras. Son sólo insultos y el insulto está destinado a hacer daño atacando lo que pueda zaherir más. Pero cada uno es cada quien y cada quien es cada cual, que diría el Noi, y tiene una sensibilidad distinta ante la humillación y la celebración.

Se pueden reconocer como muy patrios los quizás no es para tanto. Tal vez Vinicius se lo toma todo muy a pecho. No es pa tanto que te llamen mono, o negro. No me parece que haya nada malo en el color de su piel. Al contrario. Mola. No me parece que haya nada malo en que te llamen mono. Es un animal simpático. Así que si a mi me llamaran eso, pues no creo que me enfadara. Pa mono el que le gritó eso. Eso no es racismo del duro como en Estados Unidos en el que los negros sólo podían hacer cosas de negros y ahora te paran en el arcén y como se les cruce un cable, pues te matan o te enchironan. O no es un racismo como cuando los medios de Reino Unido decidieron usar el término cerdos para designar a algunos países del sur de la Unión Europea. O tampoco es el racismo de Brasil cuando se pone por delante de los indígenas a los ganaderos y mineros condenándolos a la eliminación.

También es muy español decir que si no le gusta que se dedique a otra cosa, que el fútbol es así. Ironizar diciendo que Vinicius quizás espere el llanto de los aficionados rivales. La resignación ante la impotencia. La entrega de armas. La claudicación. Quizá espere pleitesía y alabanza en lugar de insultos. ¿Es tal vez España el único país en el que el derrotado se caga en los muertos del vencedor? Si ese es el pecado, hay que reconocerlo, el pecado existe. En España se odia al rival y los más energúmenos no se lo callan y lo sueltan a viva voz en los estadios. Además, si se puede usar el insulto para desorientar al rival, pues se usa. Nada personal. Oficio de claque.

Y efectivamente, picajoso y rebotado en toda ocasión, Vinicius no ha dejado de protestar airadamente durante todo el año cuando el acoso verbal racista se ha dado, mandando un mensaje de queja a los estamentos competentes, los cuales han mareado la perdiz sin corregir el vicio, sirviendo a la vez para espolear la fértil imaginación de los ultras enemigos que ven cómo Vinicius entra al trapo y se pierde para el partido con cuatro insultos racistas oportunamente metidos. La gota faltona que desbordó el vaso de la paciencia de Vinicius cayó tras un partido contra el Valencia CF, en el cual el jugador se encaró con los malacaras que lo vejaban y, tras un turbulento partido, indignado, lanzó un comunicado terrible que corrió como la pólvora y que generó reacciones solidarias en medio mundo.

Vinicius no confunde a España con los furgoleros españoles. Se lamenta de que España deje que esa imagen racista sea la que se exporte. El fútbol es un escaparate sensacional y la voz de Vinicius ha llegado a los confines del globo para sentar cátedra. El fútbol es tan poderoso que un puñado de aficionados marcan la percepción que se tiene de un país. Nuestro sambenito no es el racismo, es el mundo del fútbol. Si el fútbol no fuera lo que es, se tendría una percepción exterior de España distinta de la que las aficiones insultonas imprimen.

Está también en el imaginario patrio la idea de que el fútbol ha sido considerado tradicionalmente espita de la presión del día día del hombre masculino. El jefe cabrón, la mujer dominanta, los hijos indomables, la hipoteca aplastante, todo queda en suspenso durante noventa minutos en los que el mindundi español se convierte en un jaque, en un jeque, en juez y parte. Árbitro cabrón, hijo de puta, hijo de puta, puto, puto, puto, hijos de puta, manta, a ver si corréis vagos, hambre es lo que tenéis que pasar, no tenéis vergüenza, …

Quien ha ido a un campo de fútbol en España sabe de lo que estoy hablando. Hay partidos cándidos y aficiones hermanas que no se juegan nada. Pero hay sangre y odio manifiesto entre culés y madridistas, de valencianistas a madridistas, y podría seguir en lo que sería una guía turística de las miserias interterritoriales, pero no quiero patear esas veredas que para traiciones intestinas ya tiene usted Juego de Tronos o Falcon Crest. El fútbol es así. No siempre así, pero muchas veces sí es así.

Muchos dirán que Vinicius sabía a lo que venía cuando se metió en el fregao de saber dar patadas a una bola. Pero eso implica asumir el abuso verbal como parte del canon futbolístico. Aceptar que el fútbol, tras todo su oropel de amistad, hermanamiento y valores constructivos, es el vomitorio de las frustraciones personales. Un orwelliano instante donde insultar sancionado por el silencio o el coro de la mayoría.

A muchos les va el morbo y siguen añorando esos tiempos de cacerías en los alrededores de los estadios (lea Diario de un Skin), de batallas campales con muertos, del miedo a que se te note que eres del rival, … pero para los que planean que el fútbol sea un parque temático para todas las edades, los insultos están en la misma lista de la compra en la que también estaban el alcohol y el tabaco.

El insulto y la humillación deben salir de los estadios como lo deben hacer de cualquier ámbito. ¿Qué situación justifica la humillación y el insulto no provocados? ¿Dónde comienza la provocación? ¿Hasta dónde tiene que llegar la paciencia? ¿Dónde acaba un santo y comienza un gilipollas?

Uno también puede dejar a un lado el amor incondicional a España e intentar mirar en qué tipo de sociedad vivimos y qué somos los españoles en cuanto al racismo. Como ejercicio de realidad. ¿Tiene razón Vini? ¿Somos racistas los españoles?

Y entonces, seguro que nos vienen a las mientes ocasiones en que amigos, conocidos, desconocidos, parroquianos, gente peripuesta, chabacana o que ni fu ni fa, desde la barra de un bar, en comidas familiares o de Navidad, en sus círculos de confianza o casualmente a las primeras de cambio, sin miedo ni rubor, llama a los latinoamericanos con genética marcadamente indígena, payoponis o panchitos o machupichus, a los estadounidenses, gringos, a los gitanos, calorros, a los árabes, moracos o moromierdas, a los lánguidos habitantes del norte de Europa que veranean en la península, gambas, guiris, y se ríen de acentos, vestimentas, hábitos, costumbres, y te sueltan los ripios del todos son iguales. Y entonces uno puede llegar a darse cuenta de que en España sí que hay racismo. Que en general el racismo verbal está presente.

Vinicius le ha enseñado el plumero de España al mundo. Y cuando aquí nos lo miramos, pues resulta que está bien feo.

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Cosas de Viejo
De vocación sus labores, este viejo podría haber hecho algo de provecho si no hubiera sido él mismo. Podría haber sido el peor de los periodistas si no se lo hubiera propuesto. Podría haber sido un gran hombre de ciencia si la inteligencia, el talento, la tenacidad y una mente despierta le hubieran acompañado. Podría haber sido un artista si hubiera gozado de la impostura. Es por eso que es arduo poner notas biográficas de quien apenas ha vivido.

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