En el POLLO nos cansamos de insistir en que no todo vale en la lengua castellana. Nos cansamos, pero seguimos insistiendo. Deben existir normas para el uso y abuso de la lengua, ambas praxis siempre en abundante y lúbrico retozo de bocas y manos de jaques y doctas. No se puede ir maltratando el idioma a tontas y a locas. Si quiere arbitrariedad siempre le quedará la real y su solo.

Pero nosotros, en el POLLO, no estamos para bromas cuando se trata de magrear la lengua. En el POLLO tenemos reglas muy estrictas para casi todo. Adoramos la normas. El orden y la disciplina nos pone. Sobre todo si va vestido de cuero. Entre miles de millones de artículos y reglamentos que constan en nuestro acerbo doctrinario, hoy queríamos destacar aquellos cuerpos manuales que recogen cómo deformar las palabras y cómo se deben arrejuntar las mismas para parir nuevas criaturas con todas las letras en su sitio. Sí, nos referimos al Catecismo del Neologismo, y más concretamente el neologismo repelente. Mejore su educación a continuación.

El neologismo repelente es aquel que permite pegar el sufijo -fobia a cualquier palabra para crear una nueva que signifique tener tirria, asco o miedo a la palabra elegida. La norma del POLLO es meridianamente clara al respecto. En su artículo 35.4.12 del Catecismo del Neologismo, el POLLO, sienta cátedra expresando cristalinamente que «el sufijo fobia, que significa bajón, se pegará a cholón después de cualquier palabra que nos toque las narices o huela a chamusquina». En el artículo 35.4.78 matiza además que «se evitará pegar el sufijo a palabras chungas, pijas y latinajos». En las Apostillas al Catecismo del Neologismo Volumen 15, página 856, se puede leer el siguiente texto:

«En referencia al artículo 35.4.78 habrá que joderse y aguantarse con los términos que incluyen el sufijo fobia y que son ya de uso común, tales como claustrofobia o xenofobia, y habrá que buscar nuevos términos para evitar confusiones y poder recoger, continuando con los ejemplos dados, términos que se refieran al temor a los senos o la repugnancia a los claustros de profesores de instituto.»

Un ejemplo sin parangón de neologismazo al estilo del POLLO lo encontramos en el artículo El terrible caso de Mamma Cass o cómo la gordofobia convirtió a un mito en mofa de varias generaciones, publicado en El País. El artículo brilla por muchos elementos, no sólo por el audaz uso de la increíble palabra gordofobia. Hábilmente relaciona a Paul McCartney con Ricky Martin para elongar el panorama musical no sólo incluyendo al vibrante genio de San Juan de Puerto Rico sino metiendo con calzador al yayo decrépito de Liverpool, y sin sacar siquiera a colación ni la abuelofobia ni la beatlefobia, cómo cualquiera menos avezado habría hecho.

En el artículo evoca trágicos momentos de la pobre Cass. “Para Cass era horrible ser denominada como ‘la gorda’ de The Mamas & The Papas, mientras que Michelle (Phillips, la otra vocalista) era ‘la guapa’. La gente le decía eso a Cass a la cara y ella tenía que tragárselo y sonreír”, dice una amiga suya. Me resulta estremecedor imaginarme a alguien diciéndole «Oyes Cass, eres la gorda de The Mamas & The Papas, ja, ja, ja, la gorda, ja, ja, ja. Sí, sí, eres de las mejores cantantes de tu generación, pero eres gorda, ja, ja, ja. Y Michelle es la guapa, qué mal rollo ¿noooo?» Qué crueldad. Bueno, lo de reír lo he puesto yo, porque así me lo imagino, para que sea aún más cruel.

También revela el artículo cómo su propio grupo era despiadado con Cass y le hacía cantar una canción en la que tenía que auto-humillarse: “Nadie está engordando, excepto Mama Cass”, cantaban en su tema de 1967 Creeque Alley.» El colmo se alcanza cuando en la última frase de la canción se insinúa que todos pueden seguir engordando pero que Cass está tan gorda que ya no puede engordar más. Es cuando la canción dice «Y todo el mundo está engordando, excepto Mama Cass». Qué maldad. Intolerante.

Sabiamente el artículo destaca aspectos de cardinal importancia en la vida de Cass tales como su actitud ante la estética y una forma de vida en la que superó los prejuicios de la sociedad gordofóbica y normal, sirviendo de ejemplo a muchachas con sobrepeso de varias generaciones. Tal encomiable actitud ante la vida no queda empañada por sus momentos más oscuros gracias a que el autor del panegírico no es gordofóbico y decide no entrar en escabrosas escenas en las que aparecen drogas, desenfreno y hasta asesinos en serie. Y también gracias a la tremenda inspiración y citas que parecen sacadas de otro artículo de 1999 publicado en The Guardian.

Sin querer aburrir al lector con una profundización en la trascendencia musical de Cass, lo que el artículo parece querer destacar es la arrebatadora fuerza destructora que engendra la gordofobia, que es lo que debe ser destacado de entre todas las joyas que adornan el artículo y cuya paternidad (la del término) desconozco.

Pero en el POLLO animamos a la creación descontrolada de palabras similares: feofobia, guarrofobia, torpefobia, calvofobia, cojofobia, andaluzofobia, pijofobia, ñapasfobia, orejafobia, cabezafobia, culogordofobia, fobiafobia, … Cuando te sientas raro acerca de algo, pegar fobia en el culo de la palabra ayuda a no tener que dar más explicaciones.

Por eso el artículo emplea/crea de manera tan brillante el término gordofobia. Podría adentrarse en los intrincados manglares de las relaciones entre los miembros de la sociedad, su corpus de convenciones sociales denigrantes que producen una presión exacerbada sobre determinados grupos estigmatizados, en este caso los gordos. También tendría que profundizar en lo que la economía de consumo tiene que ver con todo ello. Hablar de la competición sexual/reproductiva, los medios de comunicación, la educación, las políticas nutricionales, la estupidez y/o maldad de ciertos individuos y/o grupos, pero eso haría perdernos en una búsqueda sin fin de aquellas acusaciones que Cass tuvo que arrostrar. Porque aunque no se ponga ningún ejemplo concreto todos sabemos que alguien llamó gorda a Cass debido a la gordofobia de la sociedad. Alguien que era un gordófobico. Tenía aversión compulsiva e irracional hacia los gordos. Porque las fobias, parece ser, tienen un componente que escapa al control de su víctima. Es decir, padecer una fobia no es una elección, sino un trastorno. Por ello, de nuevo maravillosamente, mediante la elección del término gordofobia, el autor del artículo hace ver que la sociedad se libera de su responsabilidad en el acoso psicológico a los obesos. A fin de cuentas la sociedad también es víctimas.

Además, hay que reconocerlo, el autor ha dao nel clavo. Gordofobia suena tela de cachondo. En el POLLO todavía estamos descojonándonos, y eso que tos somos fondones. Qué tono más ligero imprime al texto usando dicho término. Espectacular desde el titular que muy cachondamente le añade una m de más al Mama de Mama Cass, deslumbra con el uso de la palabra gordofobia y pone las cosas en su sitio sacando a relucir la mofa de generaciones y generaciones a Cass.

En el POLLO, la verdad, nunca habíamos oído tal escarnio sobre Cass a la que rendimos pleitesía desde Somebody groovie hasta For the love of Ivy, pero si el autor lo dice, hay que creerlo. ¿Quienes somos nosotros para poner nada de lo que dice en tele de juicio? Si ni siquiera somos gordófobicos.

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Cosas de Viejo
De vocación sus labores, este viejo podría haber hecho algo de provecho si no hubiera sido él mismo. Podría haber sido el peor de los periodistas si no se lo hubiera propuesto. Podría haber sido un gran hombre de ciencia si la inteligencia, el talento, la tenacidad y una mente despierta le hubieran acompañado. Podría haber sido un artista si hubiera gozado de la impostura. Es por eso que es arduo poner notas biográficas de quien apenas ha vivido.

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