Me divierte horrores echarle un vistazo a esas listas de lecturas recomendadas para cualquier ocasión que se deslizan subrepticiamente entre mis contenidos. «Diez lecturas obligatorias para las vacaciones», «Cinco títulos que regalar a papá en el día del padre», «Veinte libros que toda biblioteca debería tener». Y ahora, no podía ser menos, los libros que leer durante el confinamiento.

Si es usted de los que ha picado no se preocupe, todos nos hemos dejado seducir por palabras huecas en un momento u otro de nuestras vidas. Como herramienta de marketing están bien e incluso, si usted conoce qué le pone al articulista y comulga con sus gustos, pues puede dar en el clavo.

El menda, sin embargo, es de ideas propias, aunque mudables. El incipiente interés por un tema me lleva a profundizar en él y habitualmente acabo leyendo libros que complementan mi curiosidad o estado espiritual. Tate al loro.

En cuanto a seguir consejos de otros, yo sólo hago caso de las listas de amigos cercanos a los que conozco desde hace mucho tiempo y cuyos gustos comparto en un gran número de ocasiones. Son amigos que me hicieron recomendaciones de libros que me sorprendieron agradablemente. Esta técnica tiene la ventaja de que cuando no me gusta un libro siempre le puedo decir al recomendador que se guarde el consejito para otro o directamente mancillar su buen nombre por medio de literarios exabruptos.

Por eso, y contraviniendo la norma mercadotécnica, el menda, al que usted no conoce de nada, le va a recomendar qué libros evitar durante el confinamiento si no quiere poner su cordura en la picota. Que conste que es mucho más difícil, porque tengo que pensar qué libros no he abandonado antes de llegar a la página 100, o que sean tan malos como para que hayan dejado una impronta en mi. También quiero aclarar que he dejado aparte libros que son un peñazo brutal pero cuyos herederos o autores se pueden sentir ofendidos e impelidos a la represalia. Ya sabéis a quién me refiero. Además hay muchos que no están en esta lista y que ni siquiera he llegado a considerar leer. Pero aquí va la rollolista:

  1. La Celestina: Rollazo descomunal cuyo argumento puede ser contado en 15 minutos gloriosamente. La vejez no es un salvoconducto en la literatura ni en los vinos, aunque muchos piensen que sí.
  2. Forunata y Jacinta: Prototipo de ladrillo intragable. Culebrón con letras pomposas.
  3. Moby Dick: Otro coñazo vanagloriado por ser estadounidense. De cualquier otra nacionalidad no sabríamos ni el nombre.
  4. La Muerte en Venecia: A no ser que seas un EMO o un hipster o simplemente te vaya darle vueltas al mismo tema una y otra vez. Si hubiera sido un poema en dos páginas todos hubiéramos salido ganando.
  5. La Divina Comedia: Léete un resumen y te enterarás más. Si alguien te cuenta esta historia o te descojonas o sales corriendo.
  6. En las montañas de la locura: Seguro que has oído maravillas sobre Lovecraft. Nada. Huye. Otro rollero del XIX dándole mucho bombo a cuatro tontadas.
  7. Lolita: Bajón total. No hay por donde agarrarlo. Las películas le siguen a la zaga en ladrillez insondable y vacuidad argumental. Es sólo estilo. Pal que le guste leer estilo, como muchos de los anteriores.
  8. David Copperfield: Dueño y señor del folletín, Dickens sería en nuestros días coautor de culebrones espesos e inverosímiles. Aunque sería probablemente el mejor.
  9. El Nombre de la Rosa: El libro favorito de todos aquellos que sólo han leído El Nombre de la Rosa. Las primeras 50 páginas contienen un catálogo de todo lo que detesto en una novela.
  10. El Guardián en el Centeno: Ni fu, ni fa. Quedarte trastornao con este libro, como dicen que le pasó al asesino de John Lennon me deja pasmao. Leerlo me dejó adormilao.
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Cosas de Viejo
De vocación sus labores, este viejo podría haber hecho algo de provecho si no hubiera sido él mismo. Podría haber sido el peor de los periodistas si no se lo hubiera propuesto. Podría haber sido un gran hombre de ciencia si la inteligencia, el talento, la tenacidad y una mente despierta le hubieran acompañado. Podría haber sido un artista si hubiera gozado de la impostura. Es por eso que es arduo poner notas biográficas de quien apenas ha vivido.

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