Podría contar tardes antológicas de fútbol en La Cerve donde, envueltos en profundas reflexiones tácticas y técnicas, desgranamos los entresijos del balompié, despellejando su inexorable maquinaria estamental y deleitándonos recordando momentos mágicos, alternados con apasionadas trifulcas en las que los colores del equipo de elección ahogan las voces de la razón y del interlocutor. Podría, pero sería todo mentira, porque la concurrencia de la cerve es amante de las cañas y del fútbol, que no del fúrgol cañero.

De hecho, la realidad es que La Cerve es en cierto modo un campo de refugiados del forofismo furgolero. Quién más y quien menos de la concurrencia ha acabado hasta el gorro de los bares tipo peña furgolera del barrio. Hay más de uno. Son cuchitriles de paredes grasientas, banderines, posters y platos con los colores que foroféan, regentados por camareros de bigotitos rancios y trapo al hombro. Son sitios en los que se puede cortar con machete la mala hostia y la tensión en el ambiente (que es una frase muy furgolera por otro lado). Si entras en esas cavernas a media tarde, al igual que en las películas del oeste, los parroquianos tuercen el pescuezo para mirar quién narices ha entrado ahora con cara de estar pensando que seguro que es un perdido forofo del rival, sea cual sea el rival, mientras en una tele de voces atronadoras un programa de cotilleo acentúa la creciente desazón y te acabas tomando la caña por la que venías a to trapo. Si caes cuando hay fúrgol en la tele y eres un poco avispado, no más te das cuenta de que mejor no abrir la boca. Tienes que mirar dos veces para cerciorarte de que no estás en una grada llena de hooligans pasados, o aún peor, en una grada de animación pureta. Y te vuelves a tragar la caña a mecha encendida y pirarte echando leches que diría un castizo.

En ese vagabundeo irredento por el barrio en busca de nuestro particular Avalón, los más selectos hemos tenido la suerte de dar con nuestro palmito en la Cervecería El Gengis Khan Tapas Variadas. La cerve ofrece un repertorio de discusiones mucho más amplio que el furgolístico. Entiéndame, es todo lo contrario a un remanso de paz. La armonía suele brillar por su ausencia en La Cerve, donde la discusión se ha convertido en un arte digno de la Academia clásica. Es por eso que el fúrgol sabe a poco, especialmente contando con una plantilla que reúne a jurgolistas como el Guaja, don Aurelio, el Picao, el Catalán o los Cuatro.

Por cierto, los Cuatro son probablemente los tíos más forofos del barrio y por eso sus señoras e hijas, conchabadas con sus médicos, no les dejan ver el fútbol en sitios públicos. Los galenos aducen hipertensión e hiperglucemia, la familia hipodecencia, nosotros creemos que la salud de los demás sale significativamente ganando. Como bien dice el Hilario, «las vergüenzas hay que lavarlas en casa, … sobre todo las vergüenzas de éste», riéndose tras señalar a un sulfúrico Manolín. Pero incluso los Cuatro buscan en La Cerve la paz lejos del fúrgol. Nosotros opinamos que más que nada porque si se discute de fútbol no se concentran en el dominó, y todavía hay clases.

Pero no se deje llevar por las apariencias y piense que somos un bar futbolofóbico. Como decía al parto del artículo, en La Cerve no somos alérgicos al balón y nos gusta el fútbol como al que más. Solo que no somos forofos. Mal que le pese a esos, hemos disfrutado por igual con el mejor Barça y con el mejor Madrid además de con los mejores del resto. E incluso nos dejamos caer de vez en cuando por el poli para ver a los chavales del barrio. Mas, independientemente de quien juegue, cuando el partido en la tele es un torro, y de esos abundan más que de los que hacen tilín, pues giramos la cabeza y parlamos de cualquier otra cosa más interesante. Cada uno tiene sus preferencias, pero somos un poco asanmamesados y sabemos aplaudir cuando alguien juega bien, pero seleccionamos mucho lo que ver en la tele. Hay que tener ojo y no tragarse cualquier cosa. Eso es para los furgoleros cañeros, que se toman el fúrgol como la cerveza sin reparar en que el exceso da resaca.

Así que entienda que el fútbol bueno nos encanta a la concurrencia y no puedo sino lamentar que el maldito coronavirus nos esté privando de lo que podría haber sido una discusión antológica con todo este potaje de la Superliga que se está cocinando y la salida de Messi del Barça. Podría hacer un Carrusel Futbolero por teléfono con la concurrencia para tantear cómo están viendo la cosa, pero no es lo mismo. La baralla tendrá que quedar para cuando Adolfo reabra. Yo, mientras tanto, voy a poner mi granito de pus en el tema durante estos días. Pero voy a dejar que el potaje repose un poco más, porque a medida que se va embrollando el embrollo parece que la cosa puede acabar en agua de borrajas si los Grandes Terratenientes del fúrgol consiguen más prebendas. Ya se sabe que el potaje sabe mejor al día siguiente.

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