A medio camino entre la joyería y el Compro Oro pervive en mi seso un bar en el que solía caer con más frecuencia de la que a mi santa le gustaba. Era uno de esos sitios de los de antes. De caña anillada y patatibris, agritos, olivas sevillanas o nada como subalternos. Vermuses los domingos por la mañana y cubatas y cigarros cuando se tiraba la persiana y todos estaban desbarrando. Era un bar de los de verdad.

Tras la barra, lo tutelaba todo Adolfo, dueño y señor del coto que alcanzaba hasta el umbral de la cocina donde su Paqui reinaba sin contestación. Francisca de los Remedios por carné, y Paqui para los que la tratamos, luchaba por mantener surtidas las fuentes de ensaladilla al tiempo que tramaba nuevas tentaciones con que desbaratar las maquinaciones saludables que con tanto malaje nuestras santas y sus compinches galenos urden sin pausa. Me ha quedado niquelá la frase.

El local podría haberse llamado Casa Pepe por modus vivendi y modus operandi, pero ya he dicho que el dueño es Adolfo y no quiso que así fuera. Adolfo decidió ponerle Cervecería El Gengis Khan Tapas Variadas. Pero no en honor al temible caudillo mongol, sino a su loro (el de Adolfo, claro está). La historia trae cola suficiente como para contarla otro día. Sólo digamos que Gengis Khan, el loro, piensa que es otro miembro más de la clientela del bar y desde su rincón junto a la ventana interrumpe las más encendidas discusiones para sentar cátedra, muchas veces con asombroso acierto.

Mientras tanto, a Gengis Khan el bar, sazonados sus letreros y toldos con años de inclemencias meteorológicas, cada hijo de vecino ha acabado llamándolo de una manera distinta: la cerve, el Adolfo, casa Paqui, el del loro, el Gen, el Gengis … Sírvase usted mismo de elegir el que más le guste.

El Guaja

El bar era de clientela barriada, decía el Guaja, el de dudoso sentido del humor, desbarrando mientras ponía acento ruso, y sin en cambio la parroquia era eminentemente masculina y entrada … en años, en carnes, en achaques y en entradas. También decía el Guaja a propósito de la edad media de la clientela, que es un establecimiento con bar-y-edad. Cualquier juego de palabras le hace gracia al Guaja. Es él quien me hubiera sugerido el nombre de Desbarrando. Pleno de doble sentido.

Y es que la cervecería El Gengis Khan siempre fue la meca del desbarro. Aquí se discutía todo para llegar a nada. Lo mismo se debatía sobre el sistema electoral que sobre el métrico. Lo importante era poner a parir, arreglar el mundo, quitar la piel, poner los puntos sobre las íes, dejarse de chorradas, irse por los cerros de Úbeda, desvariar (con b para el Guaja, el de dudoso sentido del humor) … desbarrar. Sí, sobre todo desbarrar.

Y al menda le hubiera gustado ser cronista del día a día de un sitio así si la pandemia lo hubiera puesto en pausa. Ahora sólo puedo contar historietas de tiempos con más relumbrón y especular con qué diría este o aquel ante esto o aquello. A ver cómo acaba el invento.

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