Desde hace años, cuando la conversación en la cerve deriva hacia la política y el alcohol hace de las suyas, no falta el enfrentamiento entre republicanos y monárquico (que lo soy yo, aunque por atribución).

Pero no se confunda, en el Gengis no hay dos bandos. Unos se dedican al cotilleo, otros a ponerse al día y algunos volvemos a las andadas del deporte nacional de arreglar el mundo. Desbarrando sin freno.

La Nesi, que es una republicana acérrima y puñetera como ella sola, no pierde ocasión de meter el dedo en la llaga en cuanto ve la oportunidad. Y yo, que me dejo pinchar, respondo al punto. Mi explicación siempre se acerca a esto.

En verdad no soy monárquico, ni por vocación ni por convicción, sino que más bien soy ese tipo de pesimista que no cree que una república vaya a mejorar el país en ningún aspecto. Más bien pienso que si un sistema está en marcha, ¿para qué se va a implantar otro, en este caso el republicano que Nesi defiende, que no tiene garantías de ser más pulcro que la monarquía ni ajeno a los males de nuestro corpus político?

La única novedad que le veo es que el Jefe del Estado estaría sesgado ideológicamente. Tendríamos un rey del PP o del PSOE y más endeudamiento por el pastón que supone montar unas elecciones, verdadera modus vivendi para el aparato propolítico. Fantástico para los votantes del partido ganador y odioso para el resto del electorado. En España hemos tenido muy malas experiencias con jefes de estado cargados ideológicamente: Isabel II, Alfonso XIII, Alcalá Zamora, Franco, … Y sólo con pensar en una legión creciente de voces de ultratumba política tipo Felipe González y José María Aznar se me pone el vello de punta.

Apasionado lector de las novelas de Terry Pratchett que es uno, siempre recuerdo la máxima del déspota ilustrado Lord Vetinari: «si no está roto no lo arregles.» Claro, la Nesi objeta que la monarquía está rota, que es un nido de corrupción, que se gasta dinero a espuertas,… Dudo que un presidente de la república solucionara ninguna de estas cuestiones, pero no cejan en tener la opción de elegir al tirano de turno y creen que, teniendo la ocasión de poder votarlo y botarlo todo irá mejor y ellos serán más felices. Alguien tendría que decirles que eso nunca va a suceder en España. Que cuando tú seas feliz será a costa de que la otra media España no lo sea.

En nuestro desbarramiento yo le digo a la Nesi que la única manera de mejorar los problemas que producen la actual jefatura de estado y la clase política en general es atarla en corto. Dejar menos espacios para la corrupción, que haya más transparencia, que no haya inmunidades, que no haya que sufrir más revoluciones e involuciones sangrientas. Pero no les veo tirando piedras contra su propio tejado y no olvidemos que su tejado no es el nuestro. Además, una república, como una monarquía constitucional, debieran ser la expresión de la voluntad política de una mayoría, pero me temo que eso no existirá en ninguna de ambas opciones al menos en esta línea temporal del multiverso hispano.

Si me asomo a la ciencia ficción me inclinaría por tener una meritocracia con exámenes dificilísimos, no sólo para el jefe de estado, sino para toda la clase política. Yo, en mis fiebres de Asimov, me gustaría estar gobernado por los mejores, no por el producto de las retorcidas formas de caciquismos, demagogias y clientelismos en las que nos fundamentamos ahora.

Algún concurrente de la cerve afirma que no estaría en contra de que el rey se eligiera por sorteo, pero sólo con cerrar los ojos y pensar en algunos especímenes que deambulan por calles y salones un escalofrío me recorre el espinazo.

No le tengo ningún apego especial a la dinastía Borbónica pero tampoco ninguna fobia. Me sucede lo mismo con los cabezas de cartel de los partidos políticos. Si su comportamiento se ajusta a los valores esenciales de tener buena fe, honradez, ponerse del lado del interés de la mayor parte de la gente sin avasallar a las minorías, y no obstaculizar sino armonizar la vida política del país, pues ese es el jefe de estado que quiero. Y si aparece un garbanzo negro, tíralo, pero no hace falta reemplazar el cocido por un potaje. ¿Pa qué?

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