Despistao, descuidao, discreto

La Mala III

En cuanto a su vida privada, vergonzosamente tengo que admitir que vivía en la ignorancia. Sabía que le iba bien en lo económico por que cada vez que le preguntaba recibía una respuesta similar a esto.

—¿Qué tal el trabajo, Fini?
—No me puedo quejar la verdad. Contenta.

Y yo, que soy de natural discreto, no pregunto más. Tengo el mal hábito de tratar a los demás como me gustaría que me trataran a mí. Así que cuando alguien me pregunta cómo va la cosa, si el alguien es cercano y percibo sinceridad en la pregunta, pues correspondo sincero y me adentro en detalles. Si la pregunta es producto de la cortesía, respondo cortésmente. Así que cuando Fini o cualquier persona cercana me planta una respuesta de cortesía y no da detalles, tiro de respeto y no pregunto más. Sólo me meto en aguas turbias si intuyo que la otra persona puede estar padeciendo.

Y es por eso que soy tildado de desidioso por mi mujer. Tal vez tenga razón. Ella dice que las mujeres son distintas en eso. Yo no sé si es cuestión de género o de que soy un descuidado. Pero volviendo a Fini, el hecho es que tenía que afrontar que lo que sabía de su vida profesional era más bien poco. Sé que se había licenciado en periodismo pero que sólo había ejercido como redactora durante unos años. Sé que siguió en la misma empresa durante bastantes años más, haciendo un poco de todo, según me comentaba cuando le preguntaba, hasta que finalmente se montó un negociete ella misma junto con otras tres compañeras. Me contó que era una empresa de servicios a otras compañías. Que los servicios principalmente eran contenidos para medios de comunicación, agencias, estudios de publicidad y relaciones públicas, un poco de todo.

—Sólo tenemos un cliente de momento, pero lo hemos hablado con él y tenemos trabajo para todo el año y nos da para vivir las tres que hemos montado el lío y pagar los gastos de administración y gestión. Y estamos en negociaciones con otros dos posibles clientes. Así que contenta. Nerviosa, pero ilusionada.
—¿Y qué haces tú exactamente ahí?
—Un poco de todo. A veces de comercial, a veces preparando o revisando contenidos, otras veces organizando el trabajo, papeleo también. Un poco de todo, ya te digo. A tiempo completo. No tengo tiempo para casi nada más y vivo colgada del teléfono. Pero, me encanta.
—Eso es lo que importa. ¿Qué tipo de contenidos tenéis?
—De momento entrevistas, artículos de opinión y alguna cosilla por internet. Podemos hacer más cosas, como vídeos, reportajes, anuncios, tenemos capacidad para ello, pero el contrato que tenemos ahora es sólo para entrevistas, columnas y lo de internet.
—¿Tenéis columnistas famosos?
—La más conocida es Valentina Námara.
—Ah, divina. Me encanta. Qué bien escribe.
—Un día que surja te la presento. Es un encanto —y me la presentó, como ya contaré más tarde.

Casi siempre mantuve conversaciones de ese tipo con ella. Nada en profundidad. Suficiente para saber que todo estaba en orden. Por eso sólo sé que tuvieron unos inicios difíciles, más tarde unos años de bonanza, volvieron a venir momentos incómodos, hubo cambios en la dirección y en los últimos años todo era un muy bien, gracias a dios, como siempre, sin muchas novedades, un día te tienes que venir, que sé que te va a encantar.

Y esta era la vida laboral de Fini que yo conocía.

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