Suelo echar un ojo de vez en cuando a El País y otros periódicos online a diario y sin embargo, desde hace unos meses, su cambio de criterio comercial me ha roto el vínculo con la información de éste y otros diarios.

Internet y otros sistemas tecnológicos han supuesto un revolcón a muchas industrias, probablemente todas a la larga, y el periodismo tradicional ha sido una de las primeras en padecerlo. En sus inicios causaron reajustes de plantillas, ajustes a las tiradas en papel e inversión online para adaptarse al cambio de modelo. Un cambio que sigue en marcha.

El siguiente paso es tratar de exprimir el medio online para poder mantener la maquinaria de imprenta y las plantillas, ahora lastres de épocas en las que el oficio era rentable. Y dentro de esa estrategia se encuadra el comenzar a pedir que los usuarios se registren y que paguen por el acceso a determinados contenidos. Una estrategia tan válida como cualquier otra.

Sin embargo, ahora muchas veces me tengo que quedar con las palabras a medias, un verdadero verbo interruptus, como en el caso de esta entrevista a Caballero Bonald en El País escrita por Juan Cruz e intitualda Caballero Bonald: “Estamos viviendo el fin de la realidad”. No es el caso de que me guste como escribe Juan Cruz, que ni fu ni fa hasta ahora, pero un titular tan estentóreo me pedía ver dónde estaba encerrado el gato. Me quedaré con las ganas de saber si el gato, cuan felino de Schrodinger, ha superado el fin de la realidad o pereció como todo lo real. El límite de lecturas de El País ha castrado mis ansias.

Como dije, es todo de lo más razonable posible. Hay que retribuir el trabajo honrado y no tirar dinero a lo tonto, lo cual choca de frente con el mal hábito de regalar los contenidos online. Estratégicamente los diarios electrónicos complementaron a los de papel para atrapar un buen trozo del quesito de la audiencia y plantar la semilla ideológica en el mayor número de usuarios posible. Pero claro, eso es insostenible. Una masa de seguidores muy grande te puede hundir el negocio si decides no lanzarte en plancha a la piscina de la publicidad en internet. Los gastos de mantenimiento de una página web con muchos usuarios no son moco de pavo.

Y desengáñese si es usted de los que cree que el periodismo es altruismo en su más pura esencia. Los periodistas también comen y a los jefes de los periodistas les gusta el figureo como a cualquier otro jefe, así que necesitan pasta. Un periodista mal pagado tendrá mala leche, tal y como le sucede a usted. Un jefe de periodistas que no puede figurar tiene mala leche, tal y como le sucede a su jefe. Así que esa mezcla de negocio y propaganda que retuerce la realidad en nombre de una verdad interesada necesita respirar y alimentarse, y para ello tenemos que dejar de acostumbrarnos a que el periodismo sea gratis. Porque además, amigo, no hace falta que venga yo a sacar la manida e inoxidable sentencia de que allá afuera nunca nada es gratis.

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Cosas de Viejo
De vocación sus labores, este viejo podría haber hecho algo de provecho si no hubiera sido él mismo. Podría haber sido el peor de los periodistas si no se lo hubiera propuesto. Podría haber sido un gran hombre de ciencia si la inteligencia, el talento, la tenacidad y una mente despierta le hubieran acompañado. Podría haber sido un artista si hubiera gozado de la impostura. Es por eso que es arduo poner notas biográficas de quien apenas ha vivido.

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