«La copa del mundo vieeeene, tururú, la copa mundial se vaaaaaa, tururú, y nosotros nos iremos, turur –«– cállate cojones Guaja no sé quién gritó desde el fondo. Mucho cántico era ese para tanta resaca de hostia rifada. O rifeña.

El Guaja no lo puede evitar. Le da por decir gilipolleces. Cada vez que es víctima de un chasco se pierde en la broma desaboría. Se le nota en la sonrisa de sien. En la Cerve lo conocemos bien. El Guaja no espera el descojono generalizado. El Guaja espera el quite. En esta ocasión yo se lo di. «Guaja, es que éramos muy malos macho». El Picao terció «tuya mía tuya mía, pal defensa, que dice mi padre». «Se salvaron los del Barça», dijo el Catalán. «No tengañes Catalán, esta vez ni esos», dijo creo que el mismo que gritó desde el fondo. «Lo peor es que aburren», comentó Adolfo… Tic, tac, tic, tac, cambio de carrillo al palillo, arqueo de cejas, basculación en barra, remetidos de camisa, comprobación de braguetas poéticas y carraspeos post Covid. Cada uno tratando de no aceptarlo a su manera. El Picao sazonó la cosa: «Mi padre también dice que nos habíamos acostumbrado al jabugo y ahora tenemos que apañarnos con york», y el personal desahogó un murmulló de corroboración.

Conejo Yepes, funcionario sosegado de sangre glacial, exhaustivo seguidor de la prensa deportiva, quiso mediar. «Fueron un par de malos partidos dice el diario.» Quiso, pero no pudo. «¿Un par de malos partidos? JODER QUE ME CAGO EN TOOOOOO. SI SOLO HAN JUGADO CUATRO. SI, SI, SI, SI, SI,….». La generalidad, viendo que alguien tan de derechas como Conejo Yepes se iba peligrosamente acercando al encarnao soviético, comenzó a tratar de aliviarlo con no te sulfures hombre, que es solo fútbol, tranquilo que te va a dar algo y cosas por el estilo. Sin embargo, el Loro Gengis, que tiene muy mala leche y sabe cuándo joder la marrana empezó a echar leña al fuego como hace cada vez que reconoce que se está hablando de fútbol: «mantas, mantas, son todos unos mantas, son unos mantas, mangantes, no sudan la camiseta, no la suuuuuudan, noooooo» y comenzó a silbar el puente sobre el río Kwai. Eso encendió aún más a Conejo Yepes que se vio respaldado nada menos que por el loro Gengis. Cuando la gente ya se disponía a serenar al funcionario de nuevo, Lara de Alba, némesis jurada de Conejo Yepes, conociendo las tripas de su adversario tanto como las propias gritó épicamente: «DEJARLO, JODER, DEJARLO, que tiene más razón que Camacho,» – perplejlidad total – «que Marcelino Camacho quiero decir.» Rondo de cuello brindando explicación al pópulo que no sabía si encasillarlo en el gil o en el candil.

«Es que somos de chiste, no me jodáis», cascó el Guaja confirmando que lo de antes era preparación. Comenzó con un «la culpa fue de tu madre», como nos gusta decir en el Gengis. «Aquí la han cagado todos, menos los jugadores. Los jugadores son curritos. Forraos, pero curritos. No son tipos que se junten casualmente y decidan ir al mundial motu proprio. Aquí hay unos gerifantes (el Guaja se regodea en sus palabros siempre que puede) que seleccionan al seleccionador que a su vez selecciona a los seleccionados entre miles de seleccionables. Los que seleccionan al seleccionador lo seleccionan porque encaja con su idea de cómo debieran jugar los seleccionados. Luego, el seleccionador, hace que los seleccionados se adapten a esa idea que ahora se llama el modelo de juego. Que ahora es irrenunciable. Que es una cagada.» Conejo Yepes, púrpura, apuró «pero si el modelo nos dio un mundial». «No aquel era otro modelo. Este modelo, que imita a aquel modelo, comenzó a encasquillarse tras 2012», continuó el Guaja. «El modelo del éxito no fue jugar con un montón de bajitos que se pasaban la pelota con precisión robótica. El modelo del éxito fue saber quiénes eran los mejores jugadores de España y buscarles un sistema en el que tuvieran cabida la mayor parte de ellos. El modelo fue adaptarse a lo que teníamos, que era jabugo. Pero mucha gente ha llegado a la conclusión de que la única comida posible es el jamón. Se olvidan del lomo, del queso, del lechazo y de las cigalas plancha». «Joder, que buenas están las cigalas plancha», dijo no se quien, «¿Adolfo? ¿no te quedarán cigalas por un casual?» Me adelanté. Ya las había visto a la entrada. Y le quedaba para cuatro raciones al menos. Cuando hay, hay.

La cigalada dio pie a reflexión, avituallamiento, murmullamiento parlamenticio y recolocación continuística. Cuando el Guaja hizo un conato de retomar la pelorata (yo también disfruto), le vi venir. Le apreté el brazo gritando «Adolfo, unos pecados cacarís por aquí» – perplejidad adolfísima – «Una caña y una de callos, quiero decir.» El Guaja rió con un «qué huevos tienes poeta, pecados cacarís, Adolfo eso tiene que ir a la pizarra, ja, ja, qué huevos». Y así ayudé a dar patadón a un mundial de plexiglás en una tierra de cuyo nombre no quiero acordarme.

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