Me despierto con la noticia de que el Museo del Prado va a reordenar su colección permanente para, según por boca de su director, tener un Prado «más inclusivo», como cita Público en este artículo. No de mayor calidad, más inclusivo. Entre otras medidas, tener más cuadros realizados por mujeres. Curioso criterio a la hora de formar una colección artística. Parece indicar que la genitalia se ha tenido y se va a tener en cuenta por encima del talento.

Es decir, que hasta ahora, muchos de los cuadros y esculturas del museo estaban expuestas porque los autores eran varones, no porque tuvieran talento, o que en igualdad de calidad artística se beneficiaba al artista masculino por encima de la artista femenina. Es una aseveración bastante seria y se debieran depurar responsabilidades dentro de la entidad y el ministerio pertinente. Tendríamos que llegar a saber quién fue quien dijo: «cuelga el cuadro de fulanito, que menganita es una tía.» A ese mequetrefe habría que despedirlo y debería afrontar lo que la ley establezca para tamaño comportamiento indeseable.

Un comportamiento que ahora obliga a una reparación en el sentido opuesto. Alguien debe tomar la decisión de colgar el cuadro de menganita, en lugar del de fulanito, porque menganita es una tía. A mi me entristecería si alguien decidiera exponer una obra de arte mía por el contenido de mi bragueta y no por el de la obra en sí, pero claro, yo no soy artista y desconozco la personalidad del artista ni sus motivaciones ni su actitud ante su obra.

Además de los cuadros pintados por mujeres el museo añadirá otros de otras épocas y países. Yo necesito que alguien me explique de qué va el museo. Yo pensaba que era un sitio en el que se exponía sólo lo mejor que había en los fondos. Nunca pensé que hubiera criterios más allá de de la calidad y el espacio en sus muros. Ingenuo de mí, siempre pensé que su objetivo a la larga era crecer y expandirse hasta poder exponer toda la obra que mantiene en sus almacenes y en los despachos y salas oficiales, que también los habrá (esto último es sólo una suposición sin fundamento pero inspirada por nuestro volkgeist).

Parece ser que no. Que es mejor reorganizar lo que hay y se tiene con el fin de satisfacer las demandas de determinados colectivos que necesitan ver, no lo mejor, sino lo que más se ajusta a su doctrina. No el cuadro, sino la chapita con el nombre del autor, su nacionalidad o el año en que lo pintó. El Prado se va a parecer cada vez más a un gueto, donde la insignia cosida en la solapa de sus habitantes (chapita en el marco) define su destino. Ahora sí, este será el museo que necesita nuestro Comité de Salvación Pública.

Lea el artículo de Público completo por favor. Tiene perlas maravillosas. Los comentarios del director del Prado y del comisario de la exposición Carlos G. Navarro no tienen precio (lo de conciencia líquida es para enmarcar). Baluartes de lo que debe hacerse, de lo que se debe ser y pensar, escuchadores de la sociedad en su totalidad, factotum del arte. «A todas las que habéis empujado para cambiar el rumbo de la institución desde fuera, enhorabuena«. Un lobby poderoso y temible, desde luego que sí.

Yo, la verdad, en mi papel de usuario, no estoy contento con el derrotero que el museo va a tomar. Yo quiero ver todo lo que hay en sus fondos, mientras su integridad no corra peligro. Hay miles de lugares que podrían ser satélites de El Prado. Ciudades más pequeñas que no poseen la enjundia cultural de la capital pero que podrían hacerse cargo de pequeños lotes, atrayendo visitantes. Hay palacetes preciosos sin uso por los cuatro rincones de España. Este hecho revitalizaría y ayudaría a los que la albergaran, aunque siendo en nuestro terruño dudo que todo fuera a salir bien. Probablemente, algún lector de estas líneas, ya estaría empezando a urdir cómo pervertirlo para propio beneficio. Seguro que al cabo de unos años habría socavones presupuestarios y juicios por desfalcos, malversaciones y desvíos de fondos. Semos asín.

Otro cambio que propongo es que se hagan dos museos separados. Al igual que hay aseos de tías y de tíos, pues hagamos museos de tíos y museos de tías. No separar a los visitantes, sólo a los artistas. Así no habrá miraditas por encima del hombro ni comparaciones odiosas. Si lo que se quiere es que se exponga el mismo número de obras de mujeres que de hombres, pues que se expongan todas las de las mujeres y un número igual de obras de hombres seleccionado por voto electrónico mundial (no sólo español, ya que la mayoría de los visitantes son extranjeros, y en número igual de votos de hombres que de mujeres). Simplemente para elegir más acertadamente qué obras quiere ver el posible visitante, no qué obras quiere que veamos el director de El Prado y su peña cultural. Si lo que quieren las mujeres de los colectivos a los que el artículo alude sin mencionar es quedarse con el edificio de Villanueva (y el adefesio de Moneo), pues tampoco tengo ninguna objeción.

Son sólo ideas. Magníficas, ya lo sé, pero sólo de uno que una vez tuvo el carné anual de El Prado y que disfrutaba como un enano yendo a ver sólo a Goya durante los fríos sábados de invierno con el cielo azul intenso de Madrid. A Velázquez una tarde otoñal con los castaños del Paseo amarilleando. O tras explotar la primavera en la Rosaleda del Retiro o en el Botánico, a Ribera, Rubens o Reni. Y lo fresquito que se estaba en verano viendo a Rosales, Madrazo, Fortuny, Gisbert y el resto del XIX del que habíamos estado huérfanos desde que decidieron, con otra ideaca monumental, chapar el Casón para meternos en estos lodos.

En fin, iluso de mí, me molaría haber llegado a ver todos (o el mayor número posible de) los cuadros del Museo del Prado sin que su director, la cohorte de sabihondos del establishment cultural e intelectual y los lobbys jacobinos de cualquier sesgo me impusieran lecciones e instrucciones que no necesito ni he pedido. Apártense por favor, que no me dejan ven el cuadro.

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