¿Pensaba usted que sólo hay plumeros y cantes en la Piel de Toro? Na, seguro que sabe, tan bien como el menda, que a los plumillas se les ve el plumero en los cuatro lados del planeta. Tienen la necesidad de ser leídos, para propagar sus ideas y su verdad, y para poder llenar el plato. Y para conseguirlo, el periodista con carencias afectivas o profesionales ha usado con frecuencia la provocación.

Leo en The Guardian un artículo titulado Raw, brave, wild and honest: why Germany is Europe’s greatest artistic nation que yo, en mi básico inglés traduzco como Crudo, valiente, salvaje y honesto: por qué Alemania es la más grande nación artística de Europa. Je, je. A tan grandilocuente título le corresponde una repuesta a la medida: por que son una raza superior predestinada a la gloria y que merece heredar el planeta Tierra para tener un imperio de 10.000 años y convertirnos al resto en sus esclavos agradecidos y tomar nuestras tierras para convertirlas en sus criaderos. Al menos ese es el bocado que el escritor espera conseguir en el anzuelo.

Comienza haciendo un panegírico de las excelencias y pleitesías de/a Richard Wagner. Grandísimo autor del que la mayor parte de la humanidad conoce nada o la Cabalgata de las Valquirias, a lo sumo, y gracias a una peli americana. Pero en fin, nadie le va a quitar su grandiosidad y alcance intelectual, aunque más bien viene a revelar que el artículo se tuerce hacia al proselitismo de conservatorio y coro. Pa gustos lo colores que se suele decir.

Tras el laudatorio inicio sobre Wagner, el autor se desboca: «Art history tends to get it all wrong, exaggerating the glamour of French art, just as it does with American art» o lo que es lo mismo «La historia del arte tiende a confundir todo, exagerando el glamour del arte Francés, del mismo modo que lo hace con el arte Americano.» Ja, ja, estás equivocado teórico del arte, la yerba es más verde en mi lado que en el tuyo.

Y sigue el palomazo. «The reality is that nowhere else has produced as much original, provocative and powerful art as Germany over the last 150 years,» «La realidad es que ningún otro lugar se ha producido tanto arte original, provocador y potente como en Alemania durante los últimos 150 años.» ESPERA ESPERA QUE TODAVÍA SIGUE «And all modern art begins with Wagner.» — «Y todo el arte moderno comienza con Wagner.» Espera que me seque las lágrimas que esto no tiene precio.

Lo que viene a continuación es un resumen del impacto de Wagner en la cultura alemana. Ese debiera ser el verdadero título. «El impacto de Wagner en la cultura alemana». Aunque entonces ni lo hubiera leído yo ni tendría más de 300 comentarios, así que la provocación le funsiona al pardal.

El artículo prosigue rebosante de conjeturas traídas por los pelos, valoraciones exacerbadas de un estilo de música muy concreto de una época muy concreta y con un impacto muy limitado. Pero el autor se obstina en alemanizar a algunos de los grandes nombres del arte mundial del último siglo y medio para enlazarlos con Wagner. Que si el ruso Kandinsky, que si Duchamp, que si Matisse y Picasso, y se le olvida que los Beatles comenzaron en Hamburgo y cantan el She loves you en alemán.

En fin, que la peña ya no sabe qué hacer pa que se le lea. Que los alemanes han tenido un siglo y pico de arte muy interesante no hay quien lo dude. Que han dado orígenes a vanguardias y coherencia argumental a muchas propuestas también. Pero negar que han bebido de fuentes más allá de sus fronteras y que todo es producto de su espíritu nacional es ignorar la realidad. Negar que gran parte de esas vanguardias están absolutamente sobrevaloradas simplemente por el hecho ser alemanas es también mirar para otro lado. Porque muchas de las grandes obras de arte de las que habla el articulista serían totalmente ignoradas si hubieran sido creadas en Papúa o en Bulgaria. Los caballos de Franz Marc se venderían en un mercadillo de Latinoamérica como arte étnico. Tristemente, la realidad ha arrinconado las vanguardias alemanas a un capítulo menor en los libros de Historia del Arte.

Echo de menos también que el artículo aborde algunos de los alemanes que verdaderamente han aportado solidez a otras ramas del arte, aunque ignominiosamente hayan tenido que salir de sus fronteras. En cine Billy Wilder, Murnau, Fritz Lang e incluso Wim Wenders no son moco de pavo. También cuenta con maravillosos escritores. Tan lejos y tan cerca del vacuo misticismo suicida de las vanguardias y postvanguardias de las que habla el artículo. Pero parece ser que para él, el arte es sólo pintura, escultura, música y, tangencialmente, arquitectura.

La etiqueta de Hecho en Alemania y su calidad fabricando coches, televisores y óperas de Wagner se ha trasladado de manera indiscriminada a todo lo que produce la nación, sea interesante o un ladrillo infumable. Mal que le pese al articulista y su pomposo título, Alemania no es el ombligo artístico del mundo.

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