4. La tribu

Cuarta

Ya desde antes de bajar de las ramas, mi familia era parte de un grupo social complejo y variopinto, pero tremendamente desorganizado. Cuando mis antecesores enfermaron de evolución y les tocó bajar de las ramas comprobaron con desagrado que unos de los efectos secundarios de la enfermedad que Darwin teorizara años más tarde era la necesidad de organizarse.

Mientras hasta aquel momento todo se había parecido más a un jardín del Edén pre-frutodelarboldelacienciadelbienydelmal, mis antepasados se sorprendieron a sí mismos alineando ramas en el suelo, amontonando manzanas en formas piramidales, colocando a los niños de mayor a menor y otras sandeces por el estilo. En lugar de hablar todos al mismo tiempo, como había sido la costumbre hasta entonces, empezaban a alzar la mano para soltar sus gruñidos por turnos. Organizaron las comidas, crearon turnos para despiojarse, crearon una zona donde hacer sus necesidades e incluso trataron de organizar el sexo, aunque hay cosas que por naturaleza son memorablemente caóticas.

Viendo que la tendencia de decreciente entropía social era inevitable trataron de buscar el modo menos indoloro de que todas estas reformas pasaran a formar parte de su vida. Las largas sesiones de brainstorming daban lugar a encendidos debates que con frecuencia acaban a garrotazo limpio (sé que muchos siguen proponiendo que se diriman de ese modo las actuales diferencias que los miembros de los distintos parlamentos tienen, pero lamentablemente vivimos en una sociedad enferma de evolución.) Y sin embargo no encontraban manera. Varias generaciones se perdieron en infructuosas tensiones hasta que finalmente hallaron en el formato tribu la solución que mejor se adaptaba a su modus vivendi.

Pieza clave en el desarrollo de la estructura tribal fue el descubrimiento de la tiza. Mucho se ha hablado de la edad del hierro, de la del bronce y de la de la piedra, pero quizá la edad de la tiza fue la más trascendente de todas, por encima de la edad del palo y la de edad de la pedrá, ambas inmerecidamente relegadas al olvido por el establishment arqueológico.

La tiza permitió que los ancianos de la tribu transmitieran su sabiduría a los niños, permitiendo así que los adultos se dedicaran a transmitirse entre ellos otras cosas. También permitió crear los primeros graffitis obscenos, que su vez dieron lugar a los primeros conjuntos de punk de la prehistoria, y los primeros corazones flechados que dieron lugar a los primeros galanes especializados en canciones moñas. Lo que hubieran disfrutado aquellos viejos si hubieran sabido escribir tonto el que lo lea.

La tiza permitió que uno apuntara las deudas en el suelo y que otro las borrara de un puntapié. Ésta sigue siendo una formula plenamente aceptada en determinados círculos intelectuales como alternativa para solucionar algunos de nuestro problemas económicos más acuciantes actuales. Nuestros antepasados fueron conscientes de ello desde el primer momento. De la importancia de la cultura de la tiza quedan vestigios patentes en centenares de excavaciones arqueológicas pero no hay más ciego que el que no quiere ver.

En fin, que como la endogamia nunca fue lo nuestro, mis antepasados se organizaron en una o varias tribus, dependiendo de la época y circunstancias y así vivimos por los siglos de los siglos hasta que la cosa ya no dio más de sí.

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