No está al alcance de muchos recorrer las tripas del Panteón, allí donde se tejemanejan lo que luego solaza nuestros sentidos. Porque, contrariamente al hieratismo que desprende, el Pantenón es una entidad en constante evolución. La propia naturaleza orgánica del Panteón obliga a una constante revisión y reinvención de las propias salas. Bien cierto que el pasado más abyecto está sólidamente sacralizado y consolidado y el polvo del oprobio lleva depositándose implacablemente sobre los artefactos y muestrorios de los mismos salones desde hace décadas. Qué digo décadas. ¡¡¡Lustros!!!

Pero es en las tripas del Panteón donde sucede todo. Distintos comités y cuerpos examinadores estudian, analizan, debaten y rebaten vigorosa y apasionadamente tesis y postulados sobre cualquier cuestión. Sí. Cualquier cuestión. La amplitud y alcance del Panteón es tan inmensa que sus metas se juzgan inalcanzables.

No obstante, la labor hercúlea del ingente corpus de estudiosos que sacrifican su vida al logos filosófico que enarbola como estandarte el Panteón, produce, cuando menos, una perpetua apertura de nuevos salones y una continua reforma de los ya existentes.

Estos eruditos ejercen su labor intelectual en las plantas superiores del ala Siete Niños de Écija, donde distintas tribunas, foros, parlamentos y bares ayudan a fomentar el espíritu portero. La estancia principal es el aula Tragabuches, donde se reúne el comité plenario para aprobar los proyectos que luego serán elevados a los altos órganos rectores.

La planta baja del mismo ala está ocupada por los salones hipóstilos Fictio Morphos. Es en estas estancias donde se planifican las nuevas instalaciones una vez aprobadas. Diseñadores, arquitectos, ingenieros, artistas y otros profesionales liberales tienen estrictamente prohibida la entrada a estas salas. El escrutinio de los trabajadores de este ramal es exhaustivo y extenuante, pero eso ya será objeto de otro artículo en otra ocasión.

Aneja y bajo los Fictio Morphos se hallan Las Arquivoltadas. Una serie de galerías pluridimensionales que sirven de almacenes temporales de los itinerantes, talleres de objetos en desarrollo y laboratorios de nuevos materiales y maquinarias. Es allí donde bajo el más celosamente guardado secretismo se da forma a los ingenios que posteriormente poblarán el Panteón.

El recorrido por estas galerías está estrictamente controlado y es imposible vagar por ellas sin que una carabina cicerónica te escolte y vigile, aun cuando se trate de un asiduo, como lo es un servidor.

En una de mis últimas visitas a esas entrañas purulentas de rencor, aunque exultantes de creatividad, mi celadora, en un descuido inaceptable, se vio distraída por motivos que no quiero mencionar aquí, si es que deseo volver al foro. Cotilla que soy por naturaleza me sentí afortunado al ver que la puerta de la sala Malafacha, frente a la que me encontraba mientras esperaba el retorno de la atención de mi virgilia, estaba entreabierta. No pude dejar de sorprenderme al comprobar que allí se estaba perpetrando una nueva instalación de tema todavía en ciernes.

Pude vislumbrar varias lápidas apoyadas en la pared del fondo en la que la primera de ellas era una imagen de Molotov, la siguiente de Van Ribentrop, otra de Chamberlain, Hitler, Stalin, Mussolini y otros gerifaltes segundaguerramundialistas. Una voz metálica que me recordó a Matías Prats padre recitaba algo así como «los líderes occidentales admitieron que no habría paz sin concesiones y las incluyeron dentro de un acuerdo que garantizaría la paz» y otras frases sueltas tales como «Acuerdos de Munich» … «Pax Americana» … «imperialismo» … «patán» … «Chiquito de la Calzada» … «bancarrotero», lo cual me dejó confuso. Especialmente tras observar que en un muro perpendicular también había lápidas con los nombres de Donald Trump, Vladimir Putin y Elon Musk.

De momento, alguien portando un manojo de lana de roca amarilla cruzó la entreapertura, se coscó que yo estaba poniendo el sentido en lo que allí pasaba, y cerró la puerta con severo gesto de reprobación, para mi desolación.

Me temo que las tripas del Panteón van a necesitar sal de frutas.

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