Criminal descriminalizado. Inculpado exculpado por obra y gracia de incompetencia sancionada. Prescaen sus delitos y faltas en grácil olvido. Cuan volatineros en el alambre del crimen, peripécicamente prescaen de pie. Mas tan egregia horda, aún lejos del barrote y ahíto de saca, se ha hecho merecedora del palabro rutilante que ahora nos ocupa.
No busque carteles sebuscantes con sus rostros. No se crea la sinceridad el miedo o el arrepentimiento en su mirada. No cuenten con cicatrices que cuenten sus crímenes. No esperen mancha que no saque la espera. Mas no los piense esquivos. Inquisitivos ojos no necesitan lontananza para encontrar su inquina. Se esconden a plena luz sólo con la tupida sombra que arroja la aquiescencia de inveterados licurgos y togas. Copan páginas con copas. Ríen y huelgan en cubiertas, greens, palcos, chalets y bugas de postín. Siempre mucho postín. El postín es suyo. Su postín, claro. Ay, el postín.
No busque a alguien especial. Usted también mintió a su madre. Su madre también le perdonó cuando se dio cuenta de que fue usted el que le birló 100 pesetas del monedero. No busque mente criminal. No busque escrúpulos, ética ni moral. Poderoso caballero hace buenas cualesquiera sinrazones.
Hay quien piensa que la prescripción extintiva es parida y mamada por las mismas. Que la ley se urde a la medida del escaqueo. Que el sastre se cose el traje. ¿Fue antes el huevo o el pollo? Hay quien piensa en cintas de Moebius, en el eterno retorno, el móvil perpetuo, en hematófagos, tenias, en letra de sello garrapateada. Hay quien malpiensa. Hay quien piensa. Ay, ¿quién quiere pensar?
El runrún de la mar porta sus nombres y hazañas cada tanto. El runrún de la mar se lleva sus nombres y trae al prescrito el merecido reposo del mangonero.













