Pieza de altas aspiraciones literarias que queda a media vereda entre la infamia fabulada y las ínfulas que la pergeñaron.

Autores más despiertos y con más desparpajo que un servidor abundan en los terrenos de la infábula. Comienzan por dejarse encandilar por las mieles de la gloria literaria. Se imaginan a sí mismos de madrugada, a la luz de un flexo aporreando una Olivetti y un cigarro sacarinamente colgado mientras escuchan jazz y beben whisky. O tras las vidrieras de un café decimonónico corrigiendo a lápiz una columna de páginas, trazando grandes círculos a párrafos sobre los que acaba de tener una gran idea. E incluso sentados en un porche de una finca encalada con vistas al mar gozando de un moreno iglesiástico y ropas de hechura ibicenca. Un redactor de infábulas nunca logra entrar en ese parnaso de bestseleristas, autoayudadores y premiados.

Sus obras están plagadas de buenas ideas y buenas intenciones. Si les va el naturalismo, pues pretenden llevarlo a su máxima expresión y narrar los sinsabores del lumpen del siglo XXI. Si lo que les gusta es el género detectivesco tratan de unir lo mejor de Hammet con Christie y Conan Doyle. Todos tratan de superar el listón, o darle un remozado al género. Si alguno lo consiguió alguna vez, jamás se supo, porque otra característica de la infábula es que nunca se ha publicado alguna. Si alguna vez llega a ser publicada, inmediatamente deja de ser una infábula para convertirse en una obra.

¿Podemos decir que todo libro es una infábula no publicada? Sí, podemos decirlo. Mas el hecho de decirlo no implica que sea cierto, como efectivamente no lo es.

Así que el lector que haya gozado de una infábula, por favor, hágaselo mirar. Dice el refrán que no está hecha la miel para la boca del asno, sabiamente indicando que las letras debieran haber sido vedadas a ciertos endividuos desde que nacieron. Los endividuos, no las letras.

O no.

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Cosas de Viejo
De vocación sus labores, este viejo podría haber hecho algo de provecho si no hubiera sido él mismo. Podría haber sido el peor de los periodistas si no se lo hubiera propuesto. Podría haber sido un gran hombre de ciencia si la inteligencia, el talento, la tenacidad y una mente despierta le hubieran acompañado. Podría haber sido un artista si hubiera gozado de la impostura. Es por eso que es arduo poner notas biográficas de quien apenas ha vivido.

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