Ahora que la globalización internáutica nos ha cogido con las bragas en los tobillos, una vez más nos vemos abocados a tener que acostumbrarnos a una retahíla de palabrejas inglesas que vienen a suplir las carencias lingüísticas producto del crónico síndrome unamunianesco del «que inventen ellos».

De esos polvos estos smartphones, internet, apps, social media, hackers, scam, spam, y disclaimers. Sí, disclaimers. Sepa el que no esté al corriente, permítame el noi, que un disclaimer viene a ser lo que siempre se ha conocido en el terruño como la letra pequeña. Esos quintacolumnistas contractuales preparados para decirte qué estúpido fuiste por no leerlos, si estás en el lado de sufrirlos. Si estás al otro lado bien sabes que son esas preciosas salvaguardas que redondean un negocio que no sería tan redondo si no existieran. E internet está plagado de disclaimers.

El disclaimer es un regañadientes pergeñado por las fuerzas vivas. Los disclaimantes pocas veces lo quieren, mas, ay cuando lo. Cepo, muelle y martillo. Olido y tastado el queso, siéntase, oh usuario, ratón dentro de ratonera y no se mueva mucho, no vaya a dispararla. La muerte se esconde entre cláusulas, explicaciones y palabrerío suflé. Al fondo, las vergüenzas del negocio. La leguletra deletérea.

Óigame bien, quede claro que el disclaimer es un triunfo para el consumidor. Quede claro que podría estar mejor estructurado y sus proclamas lucir más meridianas. Pero siglos de sisa no se barren de un escobazo y no todos tenemos un Arquímedes a mano. Pero en muchas, el disclaimer es un logro ahogado por el abrazo mortal de la enredadera de la patraña mercadotécnica. Cómpreme un flor, señorito. Te venden la flor, pero la trepadora te estruja y hace supurar todos los posibles datos para revenderlos a otros y acabar anegado en basura digital, preguntándote cómo has errado hasta ese vertedero si tu sólo querías … bueno, en este punto ya no sabes ni que es lo que habías querido o necesitado que justificara haber llegado a este punto. Pero ojo, te lo habían advertido.

El pepito-disclaimer ya contemplaba la venta de tus identidad, de tus gustos, de tus vaivenes y zarandeos, tu aceptación de no reclamar, la asunción de no ser dueño de ti mismo, el convencimiento de que lo que has comprado no es lo que has comprado, la reafirmación de que tienes que tragar y tragar y tragar y tragar y contemplar los despojos de tu imperio yaciendo a los pies de mercenarios, carroñeros, traficantes y chamarileros.

El disclaimer es así. Hay que aceptarlo.

Artículo anteriorPrescrito
Artículo siguienteIntramuros
Cosas de Viejo
De vocación sus labores, este viejo podría haber hecho algo de provecho si no hubiera sido él mismo. Podría haber sido el peor de los periodistas si no se lo hubiera propuesto. Podría haber sido un gran hombre de ciencia si la inteligencia, el talento, la tenacidad y una mente despierta le hubieran acompañado. Podría haber sido un artista si hubiera gozado de la impostura. Es por eso que es arduo poner notas biográficas de quien apenas ha vivido.

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Nombre