Hay una cierta tendencia que goza de relativa popularidad que consiste en retratar la vida sexual de personajes ya fallecidos. Es una verdad especialmente notoria si dicha vida sexual se sale de los cánones considerados ortodoxos. Y por supuesto, a pesar de una pretendida tendencia a la normalización, la homosexualidad de personajes del pasado sigue siendo motivo de artículos y libros. Lo he leído sobre los renacentistas Miguel Ángel y Leonardo, entre otros, pero no hace falta rascar mucho para encontrar pornografías similares en otras celebridades del pasado. Siempre basándose en testimonios más o menos ambiguos y sujetos a interpretaciones peregrinas hechas por autores que en tiempos menos delicados tildaríamos de sátiros, rijosos o salidos. Oteando cópulas imaginarias a través de las ramas del arbusto de los tiempos, a salvo de querellas. Puedo verlos documentándose y diciendo, «Ajá, está clarísimo, era gay.» Pero me los imagino como una suerte de protagonistas a lo Perturbado de Santiago Sergura.

Pero no. No está clarísimo. Nunca está clarísimo. Incluso si el investigado lo dice, no está clarísimo. Son sólo presunciones, habladurías.

Y me da por escribir esto porque he leído la reseña de El País titulada «Cary Grant, un bisexual enganchado al LSD que vivía con el actor Randolph Scott» que habla de la nueva biografía sobre Cary Grant, en la que se le atribuye ser bisexual y estar enganchado al LSD. Amarillo titular de reglamento. Casposo. No sé de dónde sale la parte de enganchado al LSD. Aparentemente Cary Grant lo tomó bajo supervisión médica durante un tiempo. Enganchado, desde mi punto de vista, implica una pulsión que escapa a la voluntad del consumidor. ¿Tenía Grant que detener los rodajes o su vida cotidiana para consumir LSD? ¿Lo hacía de manera incontrolada? No lo sé, ciertamente. Aparentemente el LSD únicamente le ayudó a sobrellevar y comprender parte de sus traumas. Pero no parece que estuviera enganchado según el artículo.

Por otro lado está la parte del bisexual del titular. Huele un poco a rancio tener que estar aireando la vida sexual de la gente. Pero claro, un titular equivalente ajustado a los hechos sería algo así como «Cary Grant, el actor que consumió LSD con fines psiquiátricos y que vivía con el actor Randolph Scott». No está mal. pero desde luego no llama mucho la atención.

Pero la construcción del titular original tiene otras partes que son dignas de analizar. La combinación de «bisexual» con «que vivía con el actor Randolph Scott» da mucho juego. Trata de implicar que Grant tenía relaciones sexuales con su compañero de chalet. ¿Da a entender que dos hombres viviendo en una misma casa deben estar manteniendo relaciones sexuales? ¿Sucedería lo mismo si fueran dos mujeres? Además, Cary Grant siempre dijo que no tenía relaciones con hombres. En una época en la que ser reconocido como homosexual podía arruinar una vida, probablemente lo ideal hubiera sido vivir en solitario y mantener las relaciones que quisiera de una manera discreta, no irte a vivir con un tío. Pero no basta con la negativa del personaje en cuestión y lo que el sentido común dictaría. El autor de la biografía, o al menos el del artículo de El País, confirman que Cary Grant era bisexual. Si Cary Grant hubiera dicho que sí que es bisexual, no habría investigación. Todo el mundo asumiría que dice la verdad. Pero caramba, vivía con un hombre y negó tener relaciones homosexuales. Qué escándalo. Seguro que mentía.

No quiero entrar en analizar si Grant era una cosa u otra. Soy poco morboso por naturaleza. Me da lo mismo su vida sexual. Me encanta como actor y su vida sexual tiene el mismo atractivo para mi que sus gustos culinarios o cómo pasaba sus ratos de ocio. Una biografía y un artículo deberían estar basados en hechos, no en habladurías.

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